- Orientación Plegaria
- SURSUM CORDA – LEVANTEMOS EL CORAZÓN
- Cardenal Robert Sarah: como volver a poner a Dios en el corazón de la liturgia
Como muchos lo han vivido y otros lo han oído en algunas ocasiones el Obispo ha orientado la oración de la asamblea litúrgica hacia el ábside (lo que de un modo simple pero que desorienta se dice: de espaldas).
Si bien, normalmente he explicado su sentido, a algunos les ha llamado la atención y otros no han recibido la suficiente información.
Por ello, creo conveniente dialogar más ampliamente al respecto.
PRINCIPIOS
- En la oración litúrgica, y más concretamente en la Santa Misa, no se trata simplemente de lo que hace el sacerdote, sino de la acción de todo el Pueblo de Dios, sacramentalmente orgánico, congregado por la Trinidad (o sea no es si el sacerdote de frente o de espaldas, sino del conjunto de los signos, en este caso de la orientación de toda la asamblea)
- La Liturgia es el ejercicio del sacerdocio de Cristo, que une consigo a su Esposa la Iglesia, en el culto público ante el Padre (SC 7).
- La orientación del obispo o sacerdote que preside la asamblea debe comprenderse desde su misión de obrar in persona Christi (en la persona de Cristo), que une al cuerpo eclesial con la Cabeza que es Cristo por quien somos conducidos al Padre. Todo está al servicio de la participación de los fieles.
EN LA LITURGIA DE LA PALABRA
- Desde siempre la proclamación de las lecturas (al menos en la misa solemne) y la predicación) pide que se realicen de cara al pueblo, como parte del diálogo de la salvación.
- En las oraciones dirigidas al Padre durante la liturgia de la Palabra (Gloria, Colecta) casi siempre – aunque con excepciones – toda la asamblea junto con el sacerdote se dirigía hacia la cruz del ábside. Hoy esto se ha hecho mucho más difícil, porque se ha generalizado que la sede esté detrás del altar y en el medio. Sin embargo, nada obliga a que sea así. También puede la sede estar a un costado.
EN LA LITURGIA EUCARÍSTICA.
‘coram populo’ - de cara al pueblo - .
- Desde los años 70 lo más frecuente ha sido que en la Liturgia Eucarística el sacerdote y los fieles estén cara a cara – enfrentados – incluso en la Plegaria Eucarística.
- Se ha argumentado para ello que así se acercan el sacerdote y los fieles y también que parece resaltar el sentido de rodear la mesa del altar.
- Nada impide celebrar de esa forma.
‘coram Deo’, ‘ad orientem’, ‘ad absidem’ - de cara a Dios, hacia el oriente- hacia el ábside.
- La forma común de llamar a esta postura ‘de espalda al pueblo’, no es correcta. Del mismo modo que los fieles no están de espalda los unos a los otros, sino todos hacia el presbiterio, también si el sacerdote reza hacia el ábside, hacia el oriente litúrgico, lo que hace es que toda la asamblea– el pueblo sacerdotal unido al ministro que ora in persona Christi - estén en una única dirección hacia Cristo y por él al Padre, en la unidad del Espíritu.
- Los motivos litúrgicos de esta postura se pueden resumir en:
- resalta más la unidad de todo el pueblo de Dios y el carácter ministerial del sacerdocio del obispo y del presbítero. No están uno frente a otro – como en la proclamación de la palabra – sino unidos en una única oración ante el Padre.
- subraya el carácter sacrificial de la Misa, particularmente de la Plegaria Eucarística en la que el sacerdote y los fieles con él ofrecen a Cristo, Víctima santa al Padre, para su glorificación y la salvación del mundo.
- Durante la Plegaria Eucarística el sacerdote no se dirige a los fieles, sino solamente al Padre. Y los fieles no tienen delante al sacerdote, sino al Padre por Cristo.
- Ayuda a educar en la sacralidad propia de la Eucaristía, en la que se realiza la plenitud de nuestra unión con Cristo, de modo que por Él en un mismo Espíritu tenemos acceso al Padre.
- Al no mirar al sacerdote, invita más al silencio y a orar en silencio siguiendo con el oído y el corazón la plegaria eucarística.
- Destaca también la realidad escatológica de la Eucaristía, en la que la Iglesia peregrinante no sólo tiende hacia la Jerusalén futura, sino que ya participa del culto de la Iglesia celestial.
- Por eso se expresa que la asamblea eucarística no es una reunión cerrada entre los presentes, sino que está abierta hacia el futuro y hacia arriba. Esto lo expresa el ábside de las iglesias.
Surgen algunas preguntas y es bueno saber bien las cosas.
- ¿el Concilio no prohibió celebrar hacia el ábside y mandó celebrar cara al pueblo?
El Concilio en ningún documento se planteó cambiar la orientación de la oración en la Sagrada Liturgia.
De hecho durante el Concilio se celebró como la mayor parte de la tradición orando hacia el oriente, aunque también en algunos altares – como en la basílica vaticana – se celebró hacia oriente cara al pueblo.
Es decir el Concilio no estudió este asunto, ni mandó celebrar cara al pueblo, al contrario mantuvo el uso tradicional.
- ¿pero la reforma posconciliar de Pablo VI no mandó celebrar cara al pueblo y prohibió celebrar hacia el ábside, vulgarmente dicho de espaldas?
En ningún lugar del misal se habla de que haya que celebrar 'cara al pueblo'. Sí se dice que los nuevos altares se han de construir en el presbiterio de forma que se puedan rodear (cosa que no se cumple en muchos altares nuevos que están puestos sobre el escalón, como un mostrador y no en el medio del presbiterio) y que permitan que se pueda celebrar coram populo.
Más aún, las actuales rúbricas suponen que el sacerdote está dirigido hacia el ábside, porque en el n.29, antes del ‘Orad, hermanos’ está escrito: “luego de pie en el medio del altar, vuelto hacia el pueblo,… dice”. Y en el n.132 antes del ‘Este es el Cordero de Dios: “El sacerdote hace genuflexión, toma la hostia y teniéndola algo elevada sobre la patena…, vuelto hacia el pueblo dice”.
- Entonces:
- Es totalmente legítimo celebrar rezando la Plegaria Eucarístico orientados todos hacia el mismo punto, el ábside, como signo de dirigirnos hacia la Jerusalén celestial y de ofrecer el único sacrificio de Cristo y de la totalidad de la Iglesia al Padre, en un mismo Espíritu.
- Hay muchas y buenas razones para preferir este modo de orar.
- Es legítimo celebrar rezando el sacerdote la Liturgia Eucarística de frente al pueblo, procurando siempre que las formas expresen que no se dirige al pueblo, sino a Dios Padre, en nombre de Cristo y de su cuerpo (después del ‘el Señor esté con vosotros del diálogo del prefacio, no mira más al pueblo hasta pasada la anáfora y aún hasta ‘la paz del Señor esté…”).
- No hay lugar a ninguna guerra de misas, sino a la legítima libertad y a conocer y vivir las riquezas de la Liturgia.
* * * *
Para quienes quieran profundizar en esto les entrego unas páginas de mi libro Sursum corda, en que he estudiado en profundidad la historia y el sentido de la celebración ad Dominum, ad orientem, ad absidem.
Asimismo el Cardenal Robert Sarah, Prefecto de la Congregación para el Culto Divino, nos da buenas indicaciones en una entrevista en Famille Chrétienne
- El debate en torno a la orientación de la plegaria eucarística.
[144] Creo sumamente necesario retomar el sentido de la Liturgia como culto público, no sólo en sus dimensiones canónicas, sino en las eclesiológicas, que en último término son cristológicas. Erik Peterson, Tratados Teológicos, Madrid 1966, p.192: Sobre los ángeles. “Desde ella (la doctrina de los ángeles) se plantea la doctrina acerca de la Iglesia, de manera que en seguida se ve claramente que ésta es algo más que una sociedad religiosa humana, porque pertenecen a ella los ángeles. Como consecuencia, el culto eclesiástico no es nunca una contingencia meramente humana; no, porque los ángeles y todo el cosmos toman parte en él. Cánticos celestiales corresponden a los cánticos de la Iglesia, y la vida interna de la Iglesia se articula según el tipo de participación en el cántico celestial. Los ángeles, en el culto eclesiástico, significan que el culto que se tributa a Dios es un culto público”.
[145] Reinhard Messner, La direzione della preghiera, l’altare e il centro excéntrico dell’assamblea, en AA.VV., L’ALTARE, mistero di presenza, opera dell’arte, Edizioni Qiqajon – Comunità di Bose, p.205: “La poca comprensión de la oración orientada, es decir, de una dirección que no dependa del arbitrio y de los condicionamientos arquitectónicos casuales, es consecuencia de una notable pérdida de la conciencia de que la oración no es sólo un acontecimiento verbal, sino global, que envuelve todo el cuerpo del hombre, también la postura, mucho más cuando se trata de la oración común y pública. La disposición espacial de todos los orantes en una dirección única y no-arbitraria corresponde a su tender hacia un fin común”.
[146] Cyrille Vogel, Versus Orientem – L’ orientation dans les Ordines romani du haut moyen âge, La Maison-Dieu, 70, (1962), p.67-68: “Todas las religiones antiguas prescriben a sus adeptos dar a su cuerpo una dirección determinada durante la oración. Si el lugar hacia el que se orientan los fieles no es el mismo en todas partes, el hecho de la orientación en sí misma se presenta como una exigencia fundamental de todo culto; la posición en la que se hace la oración es tan importante como la forma eucológica recitada. El cristianismo no es una excepción a la regla general. Desde alrededor del año 200, y quizás incluso desde el comienzo del siglo segundo, tanto en Oriente como en Occidente, el cristiano rezaba hacia el sol levante, hacia el este, y muy pronto, desde Orígenes (+253-254), al menos, la dirección versus orientem es más importante - en caso de conflicto – que otra exigencia, la de volverse durante la oración hacia el aire libre y el cielo descubierto. La ley de la orientación cultual impera esencialmente tres ámbitos: la oración privada, la oración colectiva o litúrgica propiamente dicha y la arquitectura de los edificios sagrados; por eso, ella da lugar a tres series de problemas que el análisis deberá distinguir cuidadosamente”.
[147] En una posición combativa a favor de la orientación común, Pietro Cantoni, Cristianità n. 309 (2002), p.5-18, Per un "nuovo" movimento liturgico. El texto de Uwe Michael Lang, Rivolti al Signore, Siena 2006, con prefacio del Cardenal Ratzinger) había aparecido en alemán en 2000 (más breve y sin el prefacio de Ratzinger), en inglés (completo) en 2004. El Cardenal ya había presentado el tema de la orientación en Joseph Ratzinger La festa de la fede, Milán 1983,2ª 1990, p.111-116. Vuelve a aparecer en Joseph Ratzinger, El Espíritu de la Liturgia, Madrid, 20022, (edición alemana de 1999) p.96-106. Le contestó ásperamente P.M. Gy, L’Esprit de la Liturgie du Cardinal Ratzinger est-il fidèle au Concile, ou en réaction contre?, La Maison-Dieu, 229, (2002), p.171-178. A su vez, obtuvo respuesta en J. Ratzinger, L’Esprit de la liturgie ou la fidélité au Concile: Réponse au Père Gy, en La Maison-Dieu, 230, (2002), p.114-120. Otros autores serán citados en el desarrollo.
[148] IGMR, 299: “Altare exstruatur a parete seiunctum, ut facile circumiri et in eo celebratio versus populum peragi possit, quod expedit ubicumque possibile sit”. No parece acertada la traducción del final: lo cual conviene que sea posible en todas partes.
[149] Cf. Uwe Michael Lang, Rivolti al Signore, Siena 2006, p.20.
[150] Cf. Respuesta de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos del día 25 de septiembre de 2000 “Se ha preguntado a la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos si el enunciado del nº 299 de la Institución General del Misal Romano constituye una norma según la cual, durante la liturgia eucarística, la posición del sacerdote hacia el ábside haya de considerarse excluida. - La Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, habiendo examinado con madurez y teniendo en cuenta los precedentes litúrgicos, responde: Negativo y según la mente”.
[151] Cf. Rinaldo Falsini, L’altare verso il popolo è scelta conciliare, Vita Pastorale, 10/2006. Ha sido un gran defensor de que el altar versus populum fue una elección del Concilio, mostrando que incluso en el aula se celebró así. “Reconocida la plena legitimidad conciliar de la elección, se puede abrir ahora un nuevo debate que tome en serio la experiencia de la reforma litúrgica llevada a cabo en estos cuarenta años – como ha surgido en el IV Congreso Internacional sobre ‘El espacio litúrgico y su orientación’, desarrollado en el monasterio de Bose los días 1-3.6.2006 – y al mismo tiempo las críticas presentadas a la reforma litúrgica. Confrontando las experiencias positivas y negativas, será ciertamente posible encontrar una solución concordada. No se trata de un simple pasaje de la ‘celebración vueltos hacia el pueblo’, he aquí la expresión propia del lenguaje litúrgico oficial desde 1964, a la ‘orientación en la oración vueltos hacia el Señor’, la primera para la liturgia de la Palabra y la segunda para la plegaria eucarística. En efecto, no se debe olvidar que la plegaria eucarística ‘vueltos hacia el Señor’, está dirigida no a Jesucristo, sino al Padre por Cristo en el Espíritu y que el canon romano a la luz del lenguaje y de la historia está orientado hacia lo alto: Sursum corda, «Arriba los corazones» (Levantemos el corazón), a lo que el pueblo responde: «Los tenemos levantados hacia el Señor». No siendo posible volverse todos juntos en oración hacia Oriente, se podría pensar en una cruz gloriosa, colocada en alto sobre el altar, como punto de convergencia de la mirada orante de toda la asamblea. Es una sugerencia conciliante y conclusiva del citado congreso de Bose, que merece respeto, pero no convence”. La discusión continuó, repitiendo los argumentos, en Vita Pastorale del 1 de enero de 2007; cf. Uwe Michael Lang, L’altare verso il popolo, afirmando que esto no fue una decisión del concilio y nuevamente Rinaldo Falsini, L’altare verso il popolo, que contesta que fue una recepción definitiva y total del concilio.
[152] Joseph Jungmann, La Liturgie des premiers siècles, París 1962, p.215-216: “Esta misma idea de orientación se expresó también en el plano de los cementerios. En la mayoría de los viejos cementerios de los pueblos de mi país, en el Tirol y en Austria, las tumbas están colocadas de tal manera que todos los muertos yacen con sus rostros hacia el este, hacia el sol levante... Es ciertamente un simbolismo lleno de significación. Sobre la puerta de entrada de uno de los más grandes cementerios del Tirol, ese simbolismo se expresa en una sola palabra: Resurrecturis”.
[153] Recuerdo perfectamente cuando, siendo seminarista, en algún momento de la renovación se quitó la obligación de volverse hacia la cruz para el Per Dominum nostrum Iesum Christum... y un sacerdote comentó lo bueno de ese cambio que iba simplificando la celebración y quitando ritos inútiles. Él no sabía – yo tampoco – que ese era el último vestigio de una tradición que venía del siglo II, para significar que se ora ante Cristo que está junto al Padre, viene y vendrá. En 1960 y algo era entonces una rúbrica, de sentido desconocido, que recargaba los movimientos.
[154] Cf. Klaus Gamber La Reforma Litúrgica de la Liturgia Romana, Madrid 1996, p.41, que trascribe el juicio de Th. Klauser, Richtlinien für die Gestalung des Gotteshauses aus Geist des römisches Liturgie, 1949, nº8: “ciertas señales dejan entrever que, en la Iglesia del futuro, el sacerdote se colocará como antaño detrás del altar y celebrará con el rostro vuelto hacia el pueblo, como se hace aún en ciertas basílicas romanas; el deseo, que se percibe por todas partes de ver más claramente expresada la comunidad de la mesa eucarística, parece exigir esta solución”. Agrega Gamber: “Esto que Klauser presentaba entonces como algo deseable se ha convertido pasado el tiempo, casi en todas partes, en norma. Se piensa haber hecho revivir una costumbre de la Iglesia primitiva. Ahora bien, como vamos a ver, se puede probar con toda certeza que jamás ha existido, ni en la Iglesia de Oriente, ni en la de Occidente, una celebración ‘versus populum’, sino que únicamente todos se volvían hacia Oriente para orar”.
[155] Klaus Gamber La Reforma Litúrgica de la Liturgia Romana, Madrid 1996, p.42: “La costumbre de celebrar cara al pueblo apareció entre nosotros en el ‘Jügendbewebung” hacia los años veinte, cuando se comenzó a celebrar la eucaristía en el seno de pequeños grupos. El movimiento litúrgico, y antes que él Pius Parsch, propagaron esta costumbre. Creían revivir así una tradición de la Iglesia primitiva, pues habían observado que, en algunas basílicas romanas, el altar también estaba vuelto ‘versus populum’. Pero no se habían dado cuenta que en estas basílicas, contrariamente a otras iglesias, el ábside no estaba vuelto hacia Oriente, sino a la entrada”.
[156] Joseph Ratzinger, La festa de la fede, Milán 1983,2ª 1990, p.114.
[157] Sin lugar a dudas, también ha contribuido a complicar la discusión la postura de los que prefieren celebrar con el Misal de 1962 o el cisma de los lefevbrianos. Estas dos posturas y el tema de la orientación de la plegaria eucarística no son los mismos. Yo estoy hablando de la celebración según el llamado Misal de Pablo VI, en el que, entre otras diferencias, la Plegaria Eucarística se dice con voz audible y no en silencio.
[158] Por no alargar este artículo no entro en la consideración de la sede como lugar de la presidencia de la oración durante la Liturgia de la Palabra y los ritos de despedida. Debería asombrarnos el número aún frecuente de celebraciones en que todo empieza y termina en el altar. Esto no contribuye a la recta participación de los fieles, que han de poder distinguir, también espacialmente, los momentos de la celebración y, en particular, el sentido propio de la Liturgia Eucarística, que se expresa en su lugar propio: el altar.
[159] Cf. Uwe Michael Lang, Rivolti al Signore, Siena 2006, p.88, que trae el testimonio de Bouyer: “Antes que nada deseaban que las lecturas fueran proclamadas de frente a la asamblea. Su problema era que, según las rúbricas para la Misa simple (Nota: era diferente en la Misa Solemne), el sacerdote debía leer la Epístola y el Evangelio del misal, en el altar. Puesto que deseaban proclamar la Palabra de Dios cara al pueblo, y al mismo tiempo actuar conformes con las rúbricas, la única opción era celebrar la misa versus populum, como está establecido en el misal del Papa Pío V, en el caso de la particular disposición de las basílicas romanas. La Instrucción Inter Oecumenici de 1964 consentía la lectura de la Epístola y del Evangelio de un púlpito o ambón. Con tal Instrucción el primer incentivo para celebrar la misa versus populum perdía validez”. (cf. Louis Bouyer, Arquitectura y Liturgia, Bilbao 2000 - ed. francesa Du Cerf 1991 – p. 98-102).
[160] Cf. G. Lercaro, L’heureux développement, en Notitiae 2, 1966, p.160, referido por Uwe Michael Lang, Rivolti al Signore, Siena 2006, p.18; el contexto es el de la conservación de los altares antiguos.
[161] Hans Urs von Balthasar, Die Würde der Liturgie (citado en Uwe Michael Lang, Rivolti al Signore, Siena 2006, p.77-78), hablando del esfuerzo de darle a la liturgia un carácter comunitario por el trato afable del sacerdote y los fieles, agrega: “Extrañamente a causa de esta falsa interpretación se tiene la sensación de que la liturgia post-conciliar se haya vuelto más clerical que lo que era en los días en que el sacerdote era un simple servidor del misterio que se estaba celebrando. Antes y después de la liturgia el contacto personal es absolutamente apropiado, pero durante la celebración la atención de todos debería estar dirigida al único Señor”. Pierre Gardeil, On disait autrefois «beau comme la messe», en AA.VV. Reconstruire la liturgie, por Claude Barthe, París 1997, p.76: “Que se diga la Palabra de frente al pueblo, está perfecto, pero ¿a quién uno se dirige diciendo « Te igitur clementissime Pater»? No al pueblo, sino al Padre. ¿De quién se va a celebrar la gloria? ¿A quién se le va a agradecer, porque yo creo que la misa es el único lugar de un agradecimiento verdadero de Dios? Somos uno, si se quiere, con el sacerdote. Nos dirigimos todos al Padre. De Él imploramos el don del Hijo que es nuestra salud. Hoy en día, se ve mejor el celebrante y la vajilla. Es todo. Eso atrae la mirada sobre lo que es menos importante. Pero, en el orden psicológico, la necesidad que el sacerdote puede tener de un público ante él, indica ya una caída de la fe en el misterio que celebra. En verdad, el sacerdote debería abolirse cuando pronuncia las palabras de consagración”.
[162] Louis Bouyer, El rito y el hombre, Barcelona 1967 (ed. francesa 1962), p.172: “la idea de que la basílica romana sería una forma ideal de la iglesia cristiana porque permitiría una celebración donde sacerdotes y fieles se encontraran frente a frente es un completo contrasentido. Es, desde luego, lo último en lo que los antiguos habían pensado, y de hecho exactamente lo contrario al uso para el que estas iglesias fueron acondicionadas”. Además recuerda que poco había para ver, porque el Pontífice se limitaba a rezar, durante siglos ni siquiera tomaba el pan y el cáliz: por eso, la participación no era ver al celebrante, sino orar y ofrecer por y con él.
[163] Osvaldo Santagada, Liturgia de la Eucaristía. El Estatuto General del Misal Romano para la tercera edición típica de 2004. revista Teología, XLIII, 89, abril 2006, p.170-171, recuerda los cambios en el n.7, por la gran discusión de 1969 con respecto al sentido sacrificial de la Eucaristía y que la confrontación nunca cesó del todo.
[164] No es lugar para entrar en detalles históricos, como los que suponen que Cristo estaba en el centro de la mesa y rodeado por los discípulos, porque esta representación es tardía, por la simple razón de que en tiempos de Jesús - y aún mucho después – se sentaban (o más bien se recostaban) en forma de semicírculo, y quien presidía se sentaba en la punta derecha.
[165] Como presentación actual, cf. Uwe Michael Lang, Rivolti al Signore, Siena 2006,p.27-64: cap.II, Orientamento della preghiera, Liturgia e architettura della chiesa nella Chiesa degli albori.
[166] Cf. N. Maurice-Denis Boulet, La leçon des églises de l’antiquité, La Maison-Dieu, 63, (1960), p.24-40. Jean Wagner, Le lieu de la célébration eucharistique dans quelques églises anciennes d'occident, La Maison-Dieu, 1962, 70, p.32- 48.
[167] Cf. Klaus Gamber La Reforma Litúrgica de la Liturgia Romana, Madrid 1996, p.42. S. Agustín, Sermón 67,10: “Vueltos hacia oriente hacia el Señor, Dios Padre omnipotente, démosle las más expresivas y abundantes gracias con puro corazón cuanto lo permita nuestra pequeñez pidiendo con todo encarecimiento a su singular mansedumbre que se digne escuchar nuestras preces con beneplácito, que con su poder ahuyente al enemigo de nuestros actos y pensamientos; que nos multiplique la fe, gobierne la mente, nos conceda pensamientos espirituales y nos lleve a su bienaventuranza, por Jesucristo, su Hijo. Amén”.
[168] La “señal del Hijo del hombre”, que antecede a su venida gloriosa será interpretada como la cruz que aparecerá en el cielo antes que él y estará representada por la cruz en el ábside. Cf. Cyrille Vogel, La Croix Eschatologique en AA.VV., Noël, Épiphanie retour du Christ, Lex Orandi 40, París 1967, p.85-108.
[169] Se fundamente en E. Peterson, Eph. Lit., 49 (1945), 52-68. Parecería que esta orientación toma su pie en la separación de la Iglesia de la Sinagoga. Como los judíos oraban dirigiéndose a Jerusalén, los cristianos se distinguen volviéndose hacia el Oriente. Más que tomar una forma bastante generalizada en diversos cultos paganos, esta orientación se apoya en que oraban hacia Cristo, el nuevo Oriens ab alto, Sol que viene de lo alto.
[170] Joseph Jungmann, La Liturgie des premiers siècles, París 1962, p.212-213.
[171] Joseph Jungmann, El Sacrificio de la Misa (Missarum Sollemnia), 1963, p.316. Es muy clara y convincente la presentación de las primeras iglesias y de su ordenamiento de Robert. E. Taft, Spazio e orientamento nelle liturgie d’oriente e d’occidente: convergenze e divergenze, en AA.VV. Spazio Liturgico e orientamento, Ed Qiqajon, Comunità di Bose, Magnano 2007, p. 217-239.
[172] Entre otras cosas hay que recordar que las iglesias no tenían bancos, de modo que los fieles tenían una movilidad de la que actualmente carecen.
[173] Joseph Jungmann, La Liturgie des premiers siècles, París 1962, p.214-215.
[174] Para el siglo VII en adelante, cf. Cyrille Vogel, Versus Orientem – L’orientation dans les Ordines romani du haut moyen âge, La Maison-Dieu, 70, (1962), p.67-99.
[175] Toda la evolución claramente presentada en Martin Wallraff, L’orientamento [della preghiera liturgica]. Linee storiche, en AA. VV., Spazio Liturgico e orientamento, Ed Qiqajon, Comunità di Bose, Magnano 2007, p.153-165. Luego de tratar los cambios habidos en la catedral medioeval con respecto al mundo antiguo, en particular porque ya no se reza hacia el cielo abierto, sino en un mundo interior ordenado, concluye: “los dos mundos están en continuidad, y tienen en común lo que para nosotros hoy se ha vuelto difícil y problemático: la oración del cristiano se inserta en un espacio que no es sólo espacio del hombre, espacio individual, sino que lo introduce en un contexto más amplio, un contexto que no es sólo la comunidad, la comunión en el nombre de Dios, sino una orientación hacia Dios”(p.165).
[176] Cyrille Vogel, La Croix Eschatologique en AA.VV., Noël, Épiphanie retour du Christ, Lex Orandi 40, París 1967, p.104-105: “Porque expresa la fe de los cristianos en la segunda parusía de Cristo, la cruz escatológica es, por el mismo hecho, también una crux victoriae o una crux triumphalis. Por ahí se explican – pensamos – ciertas particularidades de la figuración de la cruz en el arte paleocristiano, y más particularmente las cruces absidales, tanto en Oriente como en Occidente. Porque es escatológica, la cruz, emblema de victoria y anunciadora del juicio, es una cruz luminosa – porque toda teofanía o parusía es una fiesta de la luz – es de oro, a menudo sobre un fondo de cielo estrellado, porque el signo precursor del Juez brillará en el cielo.
[177] Notitiae, 322, vol. 29(1993), n.5, p.245-249.
[178] El texto parece identificar Dominus, Señor = Jesucristo; sin embargo, Dominus en el díálogo, como en el texto del prefacio, es el Padre: Domine, Sancte Pater, Omnipotens aeterne Deus. Es frecuente en el debate confundir la dirección al oriente (hacia el Señor que viene, es decir, Jesús), y la oración al Señor Dios (es decir, al Padre). Es claro que físicamente en una determinada oración no se puede tener sino una orientación y que esa orientación puede tener más de un significado; pero no hay que mezclar las argumentaciones ni la terminología. Según la concepción antigua, en la Prex oramos esperando a Cristo, pero oramos al Padre, por Cristo.
[179] Los argumentos parecen muy pobres, aunque es verdad que aparecen en un breve editorial de cinco páginas. El gegenüber, o enfrente, lo único que quiere decir en teología es que no es mero representante popular, al modo democrático, sino que su potestad le viene de arriba. Lo cual, por ejemplo, se expresa ciertamente en la cátedra frente al pueblo (aunque no es la única posición, porque puede estar al costado y en donde había bema, estaba físicamente en el medio, rodeada de los fieles, orientada al ábside y no dejaba de presidir). Pero el punto es cómo se expresa esté don del ministro para la comunidad en la oración y particularmente en la Plegaria Eucarística. ¿El estar el sacerdote en la misma dirección que los fieles, presidiendo como cabeza que ora y ofrece ante Dios, no expresa el gegenüber? Parece una exageración en el uso de la metáfora gegenüber. El argumento usado está agrandado: ¿no entenderán los orientales y tampoco la Iglesia de los Padres el gegenüber del ministerio, al orar todos hacia oriente, pero hablar sólo el Pontífice y responder el pueblo con el amén?
[180] Por otra parte, justamente se queja el editorial de que a treinta años del Concilio aún haya altares provisorios en tantas iglesias.
[181] El subrayado es nuestro, porque pone propiamente la cuestión litúrgica, que es teológica, pero también de simbología encarnada, visible.
[182] El editorial da una serie de consejos para que el celebrante versus populum, cumpla su oficio de instrumento del actor principal, el Señor Jesús.
[183] Respuesta del Cardenal Jorge Medina Estévez, Prefecto de la Congregación del Culto Divino al Cardenal Christoph Schönborn, Arzobispo de Viena (en CCCIC 32, 2000, p.171-172), transcrita en Uwe Michael Lang, Rivolti al Signore, Siena 2006, p.21.
[184] En primer lugar se advierte que expedit no indica una obligación, sino una sugerencia.
[185] El expedit se refiere tanto al altar exento, como a la celebración versus populum. A tener en cuenta, para interpretar la indicación, la topografía del lugar, las posibilidades del espacio, el valor artístico, la sensibilidad del pueblo que participa en una determinada iglesia.
[186] Uwe Michael Lang, Rivolti al Signore, l’orientamento nella preghiera liturgica, Siena 2006 (edición norteamericana 2004)
[187] Ibid. p.7-10.
[188] Ibid. p.8. Este cuidado por la paz en la Iglesia lo había adelantado Ratzinger muchos años antes, escribiendo sobre el problema de la orientación de la celebración: “Hoy se discute sí o no sobre el tema de la orientación en la celebración. No sería ciertamente justo, después de la agitación de los años pasados, solicitar aquí nuevamente modificaciones exteriores. Tanto más importante parece una educación litúrgica que conduzca a una realización interior precisa y le imprima aquella dirección que, para la Eucaristía, es muy importante” (Joseph Ratzinger, La festa de la fede, Milán 1983,2ª 1990, p.111).
[189] Al momento de publicar este artículo en la revista Soleriana, no estaban publicadas las actas, el momento de reunir este material, sí lo están: AA. VV., Spazio Liturgico e orientamento, Ed Qiqajon, Comunità di Bose, Magnano 2007.
[190] Cf. Enzo Bianchi, Discorso di apertura (AA. VV., Spazio Liturgico e orientamento, p.7-14): “Probablemente el interés actual por la arquitectura litúrgica testifica la necesidad de repensar el espacio litúrgico a la luz de los modelos de la vida cristiana, de iglesia y de liturgia, indicados por el Concilio Vaticano II. La investigación que nos espera en estos días sobre el significado antropológico, bíblico, teológico y arquitectónico del espacio litúrgico es también una expresión de la común voluntad de redescubrir el valor y el significado originarios del espacio litúrgico cristiano”(p.7).
[191] Ibid., p.9.
[192] Cita a Luis Bouyer, Liturgia e archittetura, Bose 1994, p.61.
[193] Bianchi cita Uwe Michael Lang, Rivolti al Signore, Siena 2006, p.73.
[194] Reinhard Messner, La direzione della preghiera, l’altare e il centro excéntrico dell’assamblea, en AA.VV., L’ALTARE, mistero di presenza, opera dell’arte, Edizioni Qiqajon – Comunità di Bose, p.203-204: “Mediante el término relacional versus se ponen en relación recíproca dos realidades: la celebratio y el populus. Pero, ¿qué tipo de ‘celebración’ es esta en la cual el ‘pueblo’ (la asamblea) debe primero ser puesto en relación? ¿Quién es el sujeto de la celebratio? Claramente no es el populus, si no habría que decir celebratio populi y no versus populum. La respuesta es muy simple: es el presbítero el que celebra versus populum¸ a lo más rodeado de un grupo de sus ministros. En realidad se trata de la posición del presbítero en el altar. El ‘pueblo’ normalmente no se encuentra absolutamente ‘entorno al altar’, sino en los bancos de la iglesia. En el espacio, para decirlo de alguna manera, de los espectadores ‘de frente’ al altar, aún si este ‘espacio de los espectadores’ está dispuesto en forma semicircular o en formas símiles”. Consiente el autor que con esta posición del celebrante se buscó la participación de los fieles. “Pero al menos se debe aceptar una pregunta autocrítica: ¿la actuosa participatio de la asamblea en la celebratio versus populum no es quizás una participación al hacer – es decir la celebratio – del presbítero? ¿En la intención de los que celebran de este modo, no se encubre una sutil forma de clericalismo?”.
[195] Cf. Angelo Lameri, L’ Orientamento nei testi liturgici, en AA.VV., Spazio Liturgico e orientamento. Ed Qiqajon, Comunità di Bose, Magnano 2007, p. 189-201. Totalmente a favor de la posición versus populum y opuesto al oriente litúrgico: “No podemos olvidar que durante siglos este modo de celebrar la eucaristía ha testimoniado en los hechos la neta separación entre lo que el presbítero hacía y las devociones privadas mediante las cuales los fieles asistían a misa” (p.197). La posición debería ser hacia el altar, rodeándolo, y hacia arriba.
[196] Muy interesante la mirada desde la liturgia oriental. Cf. Robert. E. Taft, Spazio e orientamento nelle liturgie d’oriente e d’occidente: convergenze e divergenze, en AA.VV., Spazio Liturgico e orientamento. Ed Qiqajon, Comunità di Bose, Magnano 2007, p.231: “En cuanto al asunto de la orientación, lo he dejado para lo último, porque no surge como un problema relevante en los comentaristas orientales del pasado ni en los de hoy. Lo que es decisivo es el hecho de rezar dirigidos hacia el altar y hacia las imágenes iconográficas del ábside del santuario, que determinan esa posición; pero la dirección hacia la cual el altar está orientado parece indiferente. Se presume que este vuelto hacia oriente, pero no he oído jamás a un representante de la tradición litúrgica oriental plantear esto como una cuestión esencial, o insistir en la importancia de la orientación en su devoción personal. Como escribió hace algunos años el entonces Cardenal Ratzinger: ‘El hombre contemporáneo comprende poco de tal ‘orientación’ ((J. Ratzinger, Introduzione allo spirito della liturgia, p. 71); y de mi parte agregaré que tal conciencia se acabó más o menos contemporáneamente con el descubrimiento de la electricidad. La posibilidad de reavivarla es dudosa, y mi impresión después de una vida inmersa en el oriente cristiano y en sus tradiciones litúrgicas es que no constituye una cuestión particularmente importante en el cristianismo oriental de hoy. Muy importante en cambio es la dirección hacia la cual mira el presbítero mientras celebra, la cual depende, no de la orientación de la iglesia, sino del sistema de símbolos que ya he descrito”.
[197] Cf. Constitución Apostólica Missale Romanum. Cf. Joseph Jungmann, El Sacrificio de la Misa (Missarum Sollemnia), 1963, en la explicación de la Misa, p.745 ss., Sección II, “Canon actionis”. Ver p.747, “Esta parte central de la misa se calificaba también como acción sagrada mediante la expresión actio, que encontramos ya en una fuente del siglo VI, en la que dice que el pueblo debe cantar el Sanctus, en unión con el sacerdote, intra actionem. Este nombre aparece además en la cabeza del diálogo, que nos introduce en el prefacio en varios manuscritos de los más antiguos sacramentarios: Incipit canon actionis. El texto que comienza con el Sursum corda se considera como el fundamento, la base firme de la acción sagrada que va a seguir”. Nótese que el canon actionis comienza con el diálogo del prefacio.
[198] Severino Dianich, La posizione del prete all’altare, en Vita Pastorale, 7/2006, se opone a esta perspectiva porque sostiene que la plegaria contiene la narración y mímesis de los gestos del Señor, que está dirigida a los fieles. Por eso, presenta una disyuntiva absoluta: “La elección entonces parece no tener un término medio: o se vuelve al latín, y a la plegaria eucarística murmurada en silencio por el sacerdote celebrante, o la plegaria eucarística por su misma estructura de acción de gracias dirigida al Padre, pero a través de la repetición del gesto de Cristo, requiere ser pronunciada en la dirección de los participantes invitados a tomar parte en la mesa del Señor”. Sin embargo, hay que notar que la mímesis de los gestos de Jesús no coinciden con la ‘narración de la cena’ - excepto quizás el tomar en la mano el pan y el cáliz - ; los gestos (en obediencia al mandato de hacer en su memoria) se realizan en toda la liturgia eucarística (presentación de los dones, plegaria de acción de gracias con anámnesis y ofrecimiento, fracción del pan y entrega para la recepción de los dones). Quizás ahí esté gran parte de la confusión: la narración de la cena no es la mímesis ante los fieles, sino la narración al Padre (de hecho las palabras se dirigen a Él no a los fieles), para que haga memoria y reconozca que se está haciendo lo que su Hijo mandó hacer.
[199] Tan es así que toda la Misa toma los nombres de oblatio y sacrificium. Egeria usa oblatio y oferre; en el ámbito griego prosphorá, anaphorá. (cf. Joseph Jungmann¸ ibid. p.232-239).
[200] No deja de ser verdad que en los Ordo romani, se exigía que el Pontífice se volviera hacia oriente, para el Gloria (luego de entonarlo hacia el pueblo), la Colecta: es decir, siempre que se dirigiera a Dios. En estos textos romanos, retomados por la tradición franca, la cátedra estaba ya a un lado del altar, y el altar en el ábside hacia oriente.
[201] Esta misma solución presenta Max Thurian, La Liturgie, contemplation du mystère, en Notitiae, 32, 1996, pp.693, para mantener los altares valiosos unidos a un retablo: “Donde la tradición ha dejado muy bellos altares adosados al ábside, se podría respetar esta orientación, combinando la celebración entre un cara a cara de los celebrantes y la comunidad para la liturgia de la Palabra y una orientación común hacia el altar desde el ofertorio al Amén de la plegaria eucarística...”.
[202] En una celebración en un altar pegado al retablo, el sacerdote se volvía hacia el pueblo para ofrecerle la paz y para el Ecce Agnus Dei. Nada impide que en un altar exento, que se puede rodear, si el sacerdote rezó ad absidem, in Deum, luego rodee el altar para decir ‘la paz del Señor esté con vosotros’ y siga de ese lado para el Ecce Agnus Dei. Se expresaría mejor la unidad de los dos movimientos de la Celebración de la Eucaristía: se presentan y ofrecen a Dios los dones, se celebra el memorial de la pasión, resurrección y ascensión del Señor, con la oblación del sacrificio – todo lo expresado en la anáfora –, dirigidos el sacerdote y los fieles versus absidem, y luego esos dones eucaristizados, la oblata, se nos ofrecen y dan en alimento de vida eterna: el sacerdote de frente a los fieles.
[203] Joseph Ratzinger, El Espíritu de la Liturgia, Madrid, 20022, (edición alemana de 1999) p.105: “Más importante es la cuestión práctica. ¿Tenemos que volver ahora a cambiarlo todo? Nada más nocivo para la liturgia que poner constantemente todo patas arriba, incluso cuando no se trata de verdaderas novedades”. Asume la propuesta de la cruz en el altar o encima de él como referencia para fieles y sacerdotes: pero sería una convergencia, no una misma dirección. Ibid., p.6: “Si el libro pudiese impulsar algo así como un ‘movimiento litúrgico’, un movimiento hacia la liturgia, que lleve a una celebración adecuada a ella, tanto interna como externamente, se cumpliría con creces la intención que me ha movido al realizar este trabajo”.
[204] Se pueden ver proyectos de reforma del Canon Romano y otros de nuevos cánones en Cyprien VAggagini, Le Canon de la messe et la réforme liturgique, (Lex Orandi 41), París 1967.
A tan sólo unas pocas semanas Ud. ha expresado el deseo de "poner al centro al sacramento de los sacramentos", es decir, la Eucaristía. ¿Por qué razón?
Yo deseo comprometer en una gran reflexión sobre este tema, para poner la Eucaristía en el centro de nuestras vidas. Tomo nota de que muchas de nuestras liturgias se convierten en entretenimiento. A menudo, el sacerdote no celebra más el amor de Cristo a través de su sacrificio, sino un encuentro entre amigos, una comida convival, un momento fraterno. Al tratar de inventar liturgias creativas y festivas, corremos el riesgo de un culto demasiado humano, para que coincida con nuestros deseos y las modas del momento. Poco a poco, los fieles se alejan de lo que nos da la Vida. ¡Para los cristianos, la Eucaristía, es una cuestión de vida o muerte!
Referencia
Orientación "Así de celebración en celebración, anunciando el misterio pascual de Jesús" hasta que venga "(1 Co 11, 26), el pueblo de Dios que peregrina avanza por la puerta estrecha de la Cruz"
Catecismo de la Iglesia Católica, § 1344, en la conclusión del capítulo "La institución de la Eucaristía."
¿Cómo poner a Dios en el centro?
La liturgia es la puerta de nuestra unión con Dios. Si las celebraciones eucarísticas se transforman en autocelebraciones humanas, el peligro es inmenso, porque Dios desaparece. Hay que empezar por poner a Dios en el centro de la liturgia. Si el hombre es el centro de la liturgia, la Iglesia se convierte en una sociedad puramente humana, un simple ONG, como dijo el Papa Francisco. Si, por el contrario, Dios está en el corazón de la liturgia, ¡entonces la Iglesia va a recuperar su vigor y la savia! "En nuestra relación con la liturgia se juega el destino de la fe y de la Iglesia", escribió proféticamente el cardenal Joseph Ratzinger.
¿Qué remedio recomienda Ud.?
El reconocimiento de la liturgia como obra de Dios supone una verdadera conversión del corazón. El Vaticano II insistió en un punto importante: en este ámbito, lo importante no es lo que nosotros hacemos sino lo que Dios hace. Jamás una obra humana alguna podrá lograr lo que se encuentra en el corazón de la misa, el sacrificio de la cruz.
La liturgia nos permite salir de los muros de este mundo. Reencontrar la santidad y la belleza de la liturgia, por lo tanto, requiere, pues, un trabajo de formación para los laicos, sacerdotes y obispos. Se trata de una conversión interior.
Para volver a poner a Dios en el centro de la liturgia, es también necesario: esa capacidad de callarse para escuchar a Dios y su palabra. Yo afirmo que no nos encontramos con Dios sino en el silencio y la profundización de su palabra en lo más profundo de nuestro corazón.
¿Cómo concretamente?
Convertirse, es volverse hacia Dios. Estoy profundamente convencido de que nuestros cuerpos deben estar involucrados en esta conversión. La mejor manera es, sin duda celebrar - sacerdotes y fieles –todos juntos vueltos en la misma dirección: hacia el Señor que viene.
No se trata - como a veces oímos decir- , celebrar dando la espalda a los fieles o de cara a ellos. El problema no está allí. Se trata de volverse juntos hacia el ábside, que simboliza al Oriente, donde se alza la cruz del Señor resucitado.
Por esta manera de celebrar, vamos a experimentar, incluso en nuestro cuerpo, la primacía de Dios y de la adoración. Entendemos que la liturgia es nuestra primera participación en el perfecto sacrificio de la cruz. Yo lo he experimentado personalmente; celebrando así, la asamblea, con el sacerdote a la cabeza, es como aspirada por el misterio de la cruz en el momento de la elevación.
¿Sin embargo, se permite de esta manera de obrar?
Sí, es legítima y respeta la letra y el espíritu del Concilio. Como prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, quiero recordarles que la celebración versus orientem (hacia oriente) está autorizada por las rúbricas, que especifican los tiempos en que el celebrante debe volver al pueblo. Por lo tanto, no se necesita un permiso especial para celebrar cara al Señor. Por eso, en un artículo publicado por L'Osservatore Romano, en junio de 2015, propuse que los sacerdotes y fieles la mirada hacia el Este, al menos durante el acto penitencial, durante el canto del Gloria, las oraciones y la oración eucarística.
En la mente de muchos, el cambio de orientación del altar está relacionado con el Vaticano II. ¿Es verdad?
Más de cincuenta años después de la clausura del Vaticano II, ¡es urgente que leamos sus textos! ¡El Concilio nunca ha pedido que se celebre de cara al pueblo! Esta cuestión no es ni siquiera tratada por la Constitución Sacrosanctum Concilium ... Más aún, los padres conciliares han querido subrayar la necesidad de que todos entren en la participación del misterio celebrado. En los años siguientes al Vaticano II, la Iglesia ha buscado la manera de poner en práctica esta intuición.
Así, celebrar de cara al pueblo se ha convertido en una posibilidad, pero no una obligación. La Liturgia de la Palabra justifica el cara a cara del lector y los oyentes, el diálogo y la pedagogía entre el sacerdote y su pueblo. Pero cuando llegamos al momento en que se dirige a Dios - desde el ofertorio - es esencial que el sacerdote y los fieles miren juntos hacia el Oriente. Esto corresponde exactamente a lo que ha querido que los padres conciliares.
Creo que deberíamos volver al texto del Concilio.
Algunas adaptaciones a la cultura local probablemente no han sido suficientemente maduras. Pienso en la traducción del Misal Romano. En algunos países, algunos elementos importantes se han eliminado, en particular durante el ofertorio. En francés, la traducción de la Orate Fratres se ha truncado. El sacerdote debe decir: Orad, hermanos, para que mi sacrificio que es también vuestro sea agradable a Dios Padre Todopoderoso. Y los fieles responden: Que el Señor reciba el sacrificio de tus manos, para alabanza y gloria de su nombre, para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia. En la audiencia que me concedió el sábado 2 de abril, el Papa me confirmó que las nuevas traducciones del Misal Romano deben imperativamente respetar el texto latino.
¿En qué queda para Ud. la participación de los fieles?
La participación de los fieles es primordial. Consiste principalmente en dejarse arrastrar a tras de Cristo en el misterio de su muerte y resurrección.
No se va a la misa para asistir a una actuación. Se va a participar en el misterio de Dios, recordó Francisco recientemente. La orientación de la asamblea hacia el Señor es una manera simple y práctica de promover una verdadera participación de todos en la liturgia.
La participación de los fieles, por tanto, no puede ser entendida como la necesidad de “hacer algo". En este punto, se ha distorsionado la enseñanza del Concilio. Al contrario se trata de que Cristo nos tome y nos asocie a su sacrificio.
Sólo una mirada empapada en una fe contemplativa nos preservará de reducir la liturgia a un espectáculo en el que todo el mundo tiene un papel que desempeñar. La Eucaristía nos adentra en la oración de Jesús y en su sacrificio, porque sólo él sabe adorar en espíritu y en verdad.
¿Qué sentido le da la Iglesia a esta cuestión de la dirección?
En primer lugar, no estamos solos en orar de forma orientada. El templo y sinagogas judíos siempre han estado orientados. Al encontrar esta dirección podemos volver a nuestros orígenes. También observo que los no cristianos, los musulmanes, en particular, están orientados para orar.
Para nosotros, la luz es Jesucristo. Toda la Iglesia está orientada a Cristo. Ad Dominum. Una Iglesia cerrada en sí misma en un círculo cerrado ha perdido su razón de ser. Para ser ella misma, la Iglesia debe vivir de cara a Dios. ¡Nuestro punto de referencia es el Señor! Sabemos que Él vivió con nosotros y Él regresó al Padre en el Monte de los Olivos, al este de Jerusalén. Y que regresará de la misma manera. Permanecer vueltos hacia el Señor, es esperarlo cada día.
No debe ser que Dios se lamente constantemente: "¡Ellos me vuelven la espalda en vez de volver hacia mí su rostro!”(Jr 2, 27). [...]
"Morir en la Eucaristía"
"En la misa, en primer lugar estamos presentes para Dios. Si no volvemos los ojos a Dios de una manera radical, nuestra fe se convertirá en tibia, errante e incierta. Cuando yo era monaguillo, observaba detenidamente la delicadeza y el fervor con que los misioneros estaban celebrando sus misas. Gracias a ellos, me di cuenta de que cuando el sacerdote dice: "Grande es el misterio de la fe", ¡no es una fórmula!
Sin fe, ¿qué puede significar la Eucaristía? Recuerden que muchos discípulos abandonaron a Jesús cuando les dijo: "Les doy mi cuerpo para comer”. Incluso hoy en día, muchos lo abandonan.
Están físicamente presentes en la misa, pero su fe desfallece, debilitada por la falta de entusiasmo de nuestro tiempo y el paganismo de nuestras sociedades. Es la fe que introduce a los hombres en el misterio de Dios que ama hasta la muerte.
Y yo muero en cada Eucaristía, como dice San Pablo, "cada día muero" (Romanos 15). Si morimos en la Eucaristía, sabemos que esto es para la nueva vida. La misa debe estar precedida por una intensa vida de oración en casa.
La celebración de la Eucaristía será densa que cada cristiano cultiva una interioridad profunda u una intensa vida de oración diaria.