La Cuaresma es un tiempo especial en que se derrama en toda la Iglesia la gracia que Cristo nos ha obtenido por su sangre en la Cruz, que se ha vuelto triunfante en su resurrección.
La novedad absoluta para la historia de los hombres y para cada uno de nosotros es que el Hijo de Dios se encarnó de María Virgen, que murió ofreciéndose en sacrificio de perdón, reconciliación y alabanza al Padre, y que resucitó glorioso – habiendo vencido el pecado y la muerte – y está vivo y reina junto al Padre, derramando el Espíritu Santo.
Todo ello no es el pasado, sino que es la mayor realidad del presente: sólo el reinado de Cristo rescata la vida, nos santifica, nos hace hijos de Dios, nos hace comenzar ya desde ahora la vida eterna.
La fe que profesamos en el Credo expresa esa realidad, el bautismo en que fuimos sumergidos y unidos a Cristo muerto y resucitado es el comienzo y fundamento de toda la realidad nueva de la vida cristiana. La confirmación nos da la plenitud del don pascual: la unción del Espíritu Santo. La santa Misa, la Eucaristía es la presencia en el seno de la Iglesia de Cristo, que está a la derecha del Padre, nos ilumina con la luz de la verdad en su Palabra, y el ofrece por los sacerdotes su sacrificio de salvación y alabanza, y todo el Pueblo de Dios vive que es salvado por la sangre derramada para el perdón de los pecados, que estamos resucitados en vida nueva, y por eso nos ofrecemos todo lo que somos y hacernos en un único sacrificio del Cristo total, Jesús y su Iglesia.
Hemos invitado a rezar en las Misas el Credo Niceno-C, porque desarrolla más el misterio total de Cristo; por otra parte es el credo propio de la Misa, desde que se introdujo el credo en la Eucaristía.
El tiempo de Cuaresma es de gracia para volver a escuchar el anuncio del Evangelio y creer en él: adherirnos a él, elegir amar a Dios con todo el corazón, no anteponer nada al amor de Jesús y todo someterlo a su llamado.
De aquí el camino de conversión cuaresmal
Como instrumentos que pueden ayudar a adentrarnos en la Cuaresma recomiendo la pastoral Volvámonos a Cristo y a su Iglesia, (en esta página pinchar obispo, luego cartas pastorales). También son un instrumento las homilías de la cuaresma del año 2012 (se pueden encontrar en obispo, homilías en esta página).
La conversión cristiana es una conversión moral, de la conducta, pero antes que nada es una conversión a la fe y desde la fe en Cristo: el encuentro de Cristo, el conocimiento de él y de toda la realidad –creación, vida y muerte, pecado y gracia, hombre y mujer, Iglesia y mundo, presente y eternidad. Sólo en el conocimiento de Cristo y de ver y vivir todo a luz de su verdad, nos convertimos a la vida verdadera, pasamos de las tinieblas a la luz. En este sentido el Año de la Fe debe ser guía en esta Cuaresma. Puede ayudarnos la carta pastoral del 25 de Noviembre, en la apertura del Año de la Fe. (buscar en esta página).
En este sentido también hago una especial invitación al curso de lectura y profundización de la fe, con el Catecismo de la Iglesia Católica. Es un compromiso exigente (desde el jueves 14 de marzo de 19.30-21), pero es también un regalo de la Diócesis en este Año de la Fe, a conocer mejor la en Cristo, como nos la cree, la vive y la proclama la Santa Iglesia Católica.
Esta semana es ocasión de volver a las fuentes de la vida, a la razón de la existencia, a ver dónde estamos parados. Más sencillamente a enmendarnos, a enderezarnos, a encontrarnos con Dios vivo y verdadero, a dejar que nos rescate de las aguas en que nos hundimos.
Reacciones ante opciones históricas empobrecedoras.
Si el proceso cultural de nuestro país hubiera sido de una apertura pluralista, la Semana Santa debería haberse continuado en una Semana Mayor, para las cosas mayores. Para los cristianos, a la luz de los acontecimientos mayores de la historia: la muerte y resurrección de Jesucristo. Para los no cristianos, una semana de reflexión, de introspección, de encuentros grupales sobre la sabiduría de la vida, sobre el sentido de las cosas, personales, sociales, políticas, sin el afán del poder, del dinero, de la imposición ideológica, sino buscando cambiarnos, mejorar.
Así, en general para los judíos, aún los no creyentes, el día del perdón y las celebraciones que lo acompañan siguen siendo – personal y colectivamente – días de desarrollo de valores éticos, de renovación de las personas. No se quiso borrar su origen religioso, mantiene un valor universal. No se le convirtió, por ejemplo, en un ‘día del baile’.
Desgraciadamente entre nosotros se quiso hacer un proceso de exclusión de la presencia del acontecimiento cristiano en la sociedad - como lo puede comprobar en cualquier documento de la época – y se quiso imponer la ausencia de Cristo.
Con ese fin, para intentar borrar el carácter religioso cristiano, se usó todo el aparato político y estatal, para una contra-religión. Así el valor superior es el poder, la política – valor sí, pero no superior –. En esta semana mayor se destaca el consumo, el placer, la distracción, sean en criollas, cerveza o turismo: poca cosa. No se elevó nada, se acható.
Estamos pagando el precio en una cultura plagada de ignorancia religiosa, de pérdida de valores, de carencia de sentido de la vida y de la muerte, del matrimonio, de los hijos, sin que haya un tiempo colectivo dedicado a lo más elevado del espíritu: la moral, la filosofía, la reflexión sobre el bien y el mal, la vida y la muerte, la esperanza y la desesperanza. Aunque creamos que todo progresa, sin embargo, en muchos aspectos desarrollamos una decadencia.
Pero todos somos responsables de reaccionar. No podemos caer en la excusa de no tener tiempo: si no tenemos tiempo para la búsqueda de la verdad, para enfrentar con Dios desde la posición en que estemos, es porque no queremos. El tiempo lo elegimos.
Una invitación a lo que más importa: la verdad.
Los hombres somos complejos y también las sociedades, pero esa complejidad no es un montón de cosas. Lo primero que hay que recuperar es el amor a la verdad. Para ello, estamos invitados a reconocer nuestros propios engaños, mentiras, medias verdades, sea por intereses personales, sea por amor a sí mismo, sea por búsqueda de poder o placer, sea por distracción, pura vaciedad, vanidad de vanidades.
Citando al Papa Benedicto, el Papa Francisco recuerda “la pobreza espiritual de nuestros días, que afecta gravemente también a los Países considerados más ricos. Es lo que mi Predecesor, el querido y venerado Papa Benedicto XVI, llama la «dictadura del relativismo», que deja a cada uno como medida de sí mismo y pone en peligro la convivencia entre los hombres”.
Todos estamos invitados a hacer el esfuerzo de pensar, de asumir, de criticar los lugares comunes, lo políticamente correcto. En esa lectura – si se hace con decencia – hay que entender el carácter único del cristianismo en nuestra historia, más aún el carácter único de Jesús, sin restringirlo a un mensaje concorde con los propios pensamientos.
A mis hermanos cristianos los invito a escuchar y mirar la verdad plena en Cristo crucificado: en él aprendemos qué es el amor de Dios, que nos llama y perdona, qué es nuestro pecado y nuestra falsedad, qué es la conversión y la vida de discípulos de Jesús. “Si se mantienen en mi palabra, serán verdaderamente discípulos míos, conocerán la verdad, y la verdad los hará libres” (Jn.8,31-32).
En este Año de la Fe, la sinceridad para los cristianos es repasar toda la fe – oír todo el anuncio – y dejarse juzgar por él, en pensamientos y en acciones. Salir de la ignorancia religiosa y, en cambio, sacar todas sus consecuencias prácticas de conversión interior, de conversión de mente y de actos, de sometimiento a la verdad divina, de seguimiento de Jesús.
Recibir el don de Dios.
En el centro de la verdad está que somos pecadores y mortales – que debemos asumir y reconocer esa realidad – y que Dios sale a nuestro encuentro con su gracia, su favor, su luz. Se nos da, pues, el perdón, la salvación y la vida plena como regalo, como favor.
Por lo mismo, en la aceptación de la verdad está el recibir con humildad y gratitud el regalo, el favor. Este don entregado en la muerte de Cristo se nos ofrece en la predicación del Evangelio por la Iglesia, para que creamos, y en la recepción de la gracia por los sacramentos que brotan de la cruz de Cristo.
Por eso, el Señor nos invita a recibir el bautismo y la confirmación, a dejar que renueve su perdón en el sacramento de la Reconciliación – con una buena confesión – a celebrar el don pleno y total en la Santa Misa: mi cuerpo entregado, mi sangre derramada.
De aquí saldrán frutos de vida verdadera.
Nosotros somos lo que esperamos y según esperamos. Dime qué esperas, qué anhelas y te diré quién eres. Dime cómo esperas alcanzarlo y te diré cuál dónde está tu verdad y tu fuerza.
Alberto Sanguinetti Montero
Obispo de Canelones
SALUDO PASCUAL A LAS COMUNIDADES
INVITACIÓN A LA ADORACIÓN EUCARÍSTICA DIOCESANA
A todos los hermanos en Cristo de Canelones:
La gracia, el perdón y la alegría pascual inunden los corazones de todos nosotros.
En este Año de la fe, los invito a renovar la confesión de fe. Escuchemos el anuncio gozoso del Evangelio y proclamémoslo en todas partes: ¡Cristo resucitó! ¡en verdad resucitó!
Como les recordaba en mi carta del 25 de noviembre, “el Año de la Fe es una invitación a conocer las verdades de la fe, a adherirnos a ellas, y a dejarnos iluminar por ellas”. “La fe católica tiene que ser conocida en su plenitud, con coherencia y fundamentos”, para que nos conduzca a la conversión de nuestra mente, nuestra vida y nuestra acción pastoral.
Quiero compartir con ustedes algunos pasos que vamos dando.
En primer lugar la renovación de la iniciación cristiana. En cinco parroquias, se ha realizado el itinerario catecumenal en la Cuaresma y los candidatos han recibido los sacramentos de la iniciación cristiana en la Vigilia Pascual. ¡Sigamos renovándonos!
En segundo término el Curso de Formación siguiendo el Catecismo de la Iglesia Católica. En forma simultánea es seguido en 15 centros. Quizás alguien pueda aún unirse.
Ahora quiero invitarlos a todos a un camino de adoración y oración. Desde el 6 de abril hasta noviembre, cada sábado y domingo, la Iglesia canaria estará en oración ante el Santísimo Sacramento expuesto en una iglesia concreta. El 6 y 7 comenzamos en Pando, el 13 y 14 en Santa Lucía y así en adelante.
Exhorto a que nos unamos a este itinerario de confesión de fe en Cristo, de adoración y entrega a Dios, de súplica. Invito también a que los que puedan en alguna ocasión se trasladen a la parroquia donde esté expuesto el Santísimo.
Como intenciones comunes para esta cadena de oración propongo las siguientes:
1) por la renovación de la fe de los cristianos y nuestra entrega misionera.
2) por la causa de beatificación del Siervo de Mons. Jacinto Vera, al celebrar los 200 años de su nacimiento
3) Por los matrimonios y las familias.
4) Por las vocaciones sacerdotales.
5) Por los que no conocen a Cristo o viven separados de la Iglesia.
6) Por los que más sufren, los pobres, los enfermos, los abandonados.
Por último les comunico que este año celebro mis 40 años de la ordenación presbiteral. Les pido que oren por mí y los invito a la celebración en la tarde del 19 de mayo, domingo de Pentecostés.
Que el Señor nos conceda la alegría de la fe, la comunión en torno a la Eucaristía, la fortaleza en la obediencia a su voluntad, la libertad para proclamarlo.
Los bendigo de corazón
+ Alberto, Obispo de Canelones
Canelones, Miércoles de Pascua, 3 de abril de 2013.
Esta carta debe ser leída en todas las Misas
Pertenecientes al Domingo II de Pascua.
Por mandato del Sr. Obispo
Pbro. Jorge Antonio Jaurena Churi
Secretario Canciller.
Este año de la fe nos hace valorar aún más el don precioso que se nos ha
comunicado, el misterio de la piedad revelado en la carne de Jesucristo, que
perdura en su cuerpo que es la Iglesia.
La situación es gravísima en Siria, así como en el resto del Medio Oriente. Orando por todos, no olvidemos a nuestros hermanos cristiano de esas regiones, que son minorías que padecen muchísimo. Acosados en medio de un conflicto entre otros grupos, padecen persecución por el nombre de Jesús.
Esta convocación nos hace caer más en la cuenta de nuestra corresponsabilidad, nuestra comunión con los hombres de toda la tierra y especialmente con nuestros hermanos cristianos.
La guerra es siempre destructiva de las personas, de las relaciones humanas del sustento material y moral de la vida humana. Por ello hemos de trabajar todos por la paz, comenzando por la paz doméstica, la paz ciudadana, la paz entre grupos humanos y los pueblos. Como nos dice el Papa: "No es la cultura del enfrentamiento, la cultura del conflicto, la que construye la convivencia de los pueblos y entre los pueblos; sino esta la cultura del encuentro, la cultura del diálogo, esta es el único camino hacia la paz. El grito de paz se eleve alto para que llegue al corazón de todos, y todos depongan las armas y se dejen guiar del anhelo de paz".
El papa nos convoca a una jornada de oración, confiando que la oración abra a la acción del Espíritu Santo, que puede transformar las mentes y los corazones, del odio al amor, del rencor y la venganza al perdón, de la confrontación a la colaboración. Oramos "para que en las situaciones de guerra y de violencia que vive nuestro mundo, se abran los caminos del diálogo, la reconciliación y la paz".
El ayuno es una forma de oración con todo nuestro ser, con nuestro cuerpo; expresa humildad y renuncia, despojamiento y súplica. Nos reconocemos pobres, nada, para ponernos en manos del hacedor y salvador de los hombres: Dios nuestro Padre, por medio de Jesucristo y la obra del Espíritu Santo.
Estamos llamados a orar y ayunar cada uno, en gesto humilde y personal, y también como cuerpo, como iglesia, por eso dediquemos el próximo sábado 7 tiempos personales y tiempos comunes a esta súplica.
Quedo unido a todos ustedes en la oración común, en a fe y la caridad.
Canelones, 12 de diciembre de 2013
“La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros”
Queridos hermanos en Jesús, Hijo de María, Hijo de Dios:
Culminando un nuevo año, con la gracia de haber celebrado como Iglesia el “Año de la Fe”, por este medio quiero hacer llegar mi saludo, por las fiestas que se aproximan.
Dios en su infinita misericordia no abandona a sus creaturas, sino que nos envía a su Hijo, para que encarnándose en nuestra débil naturaleza, dé pleno cumplimiento al gran misterio de salvación trazado desde antiguo.
Este anuncio siempre nuevo, nos llena de júbilo a cada uno de los cristianos que con gozo esperamos la venida definitiva de quien es nuestra salvación, Cristo, el Cordero sin mancha que se entrega para que en Él, perdonados los pecados, recibamos el Espíritu de adopción de hijos de Dios y la esperanza de la vida inmortal.
Que en esta Navidad y en el año que comienza, con convencimiento, con seguridad, abramos nuestro corazón a la gracia de Dios, para continuar con fidelidad la misión que hemos recibido desde el día del bautismo: anunciar a los hombre de hoy el Evangelio de que un Niño nos ha nacido, nos ha sido dado, para desde su fragilidad salvarnos por la fuerza de la misericordia y el amor.
Invocando la protección de la Virgen Madre, con afecto les deseo una Feliz Navidad y un año lleno del amor de Dios, para que lo compartamos con aquellos que Él mismo nos ponga en nuestro camino.
+ Alberto Sanguinetti Montero
Obispo de Canelones
Se ruega que esta carta sea leída
en las celebraciones del IV Domingo
De mil maneras la Navidad nos invita a dejar brotar aquella semejanza divina que Dios puso en nuestra alma y que Jesús renovó con su palabra y ejemplo. Que la Navidad nos haga más buenos.
Por cierto, la Navidad es también ocasión de mirarnos con humildad, reconociendo nuestros errores y faltas, nuestros pecados.
No se trata de desarrollar el complejo de culpa, no es para hundirnos y encerrarnos, sino para levantarnos, para tener una mirada esperanzadora que nos abra a mejorar, para dejarnos ayudar en el camino de crecimiento.
Sin lugar a dudas, la Navidad, al hermanarnos nos hace mirar tantas situaciones tristes, duras, muchas injustas, en la que están tantos hombres y mujeres, niños y ancianos.
Pensemos en las guerras atroces, con sus desposeídos, desplazados y la cadena de odios e injusticias. Miremos a tantos hermanos en situaciones de extrema pobreza, tantos niños abandonados. ¡Cuánto sufrimiento infligido por las desigualdades y violencias!
La Navidad es un llamado a las dimensiones sociales del amor, a la responsabilidad, a buscar soluciones, y a colaborar de diferentes maneras.
La Navidad es también una invitación humilde de Dios a que lo dejemos entrar en nuestras vidas.
Él, por cierto, es el bien sumo, el perdón pleno, la vida inmortal, la luz que no tiene sombras. Pero ha querido entrar en la pequeñez, en la debilidad, en el silencio, en la oscuridad.
En la Navidad, un niño nos ha nacido, se nos ha dado: es Dios-con- nosotros. Por ello, somos invitados a dejarlo entrar, a prestarle atención. Quizás sea necesario mirar un poco menos nuestras cosas – aún necesarias -, nuestros adornos - aún muy bellos – para reconocer el don de Dios, que esta vez no nos trae ninguna cosa, sino a sí mismo.
Él nos pide que lo cuidemos, nos mendiga un pesebre, un comedero de animales, para recostarse y, si lo recibimos, nos llena con su alegría, con su paz, y nos regala el amor de Dios Padre.
Que tengan todos una feliz y fructuosa Navidad, que cada uno se abra al regalo que Dios quiere hacerle en ella y, sobre todo, que cada uno encuentre a Jesús.
Los bendiga el Señor y les muestre su mirada
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