Proyecto "introitus verus"

I - El proyecto “introitus verus”
La finalidad de este pequeño servicio es llamar la atención sobre el canto del introito, sea en la letra, sea en la música, para ayudar a la renovación de la oración litúrgica, a la verdadera participación de los fieles. Por eso lo llamamos ‘introitus verus” porque no todo lo que se canta al comienzo de la misa, tiene la cualidad de ser un verdadero introito. Comenzamos con los introitos del Adviento. Presentamos brevemente el introito propio gregoriano y luego algunas versiones en castellano que son tanto más litúrgicas, cuanto más se acercan al propio latino. Pero antes damos una somera fundamentación del proyecto. 

  1. La casi desaparición del propio de la Misa. La imprescindible revaloración del propio de la Misa.

Para situarnos en la realidad, es bueno constatar que, en los cantos de la schola o el pueblo, en la mayor parte del mundo ha desaparecido el Propio de la Misa, excepto el Salmo responsorial.

El “cantus ad introitum”, introito o canto de entrada, o antífona de entrada, así como la communio, se sustituyen por cantos variados. Con respecto al Ofertorio se da la contradicción de que en el n.74 de la IGMR se afirma: “acompaña a esta procesión en la que se llevan los dones, el canto del ofertorio (cfr. n.37 b) [cantus ad offertorium”]” y, luego no aparece en el misal el texto de este canto, como sí se encuentra la antífona de entrada y la antífona de la comunión.

Es común que los cantos que sustituyen a los textos y músicas propias no cumplen con las dos condiciones indicadas en la IGMR, es decir, “que convenga con la índole de la acción sagrada, del día o del tiempo litúrgico” y que el “texto haya sido aprobado por la Conferencia de los Obispos”.

Parecería que el abandono del propio de la Misa tiene una causa bastante profunda, es decir, la desinteligencia de su contenido y de su valor. Al describir estos cantos sólo se designa su ‘funcionalidad’, esto es, que acompañan una acción (IGMR 37,b). Esto es verdadero para distinguirlos de los cantos del ordinario, por ejemplo, que son ellos mismos una acción.

Sin embargo, hay que considerar el valor que tienen esos cantos concretos, en cuanto son fruto de la Tradición de la Iglesia Latina, en su sentido más pleno. En un proceso de siglos, la Iglesia ha rumiado la Palabra de Dios, ha elegido determinados textos para con ellos orar, meditar, alabar a Dios. Al mismo tiempo los ha elaborado en su expresión musical, como una meditación eclesial de las Sagradas Escrituras.

El propio de la Misa es una lectio divina eclesial, por cierto con diverso valor en unos casos que en otros.

Parece necesario un trabajo humilde y perseverante para que se devuelva al Pueblo de Dios esa parte muy importante de la oración de la Iglesia, que es el Propio de la Misa. Éste es un verdadero camino de lectura orante de la Palabra Divina, de integración en la oración de la misma Iglesia, guiada por el Espíritu Santo.

La participación litúrgica a la que quiere conducir la Constitución Sacrosanctum Concilium es por medio de la comprensión de las oraciones y por una participación consciente, piadosa y activa en la acción sagrada (cf. SC 48). Ahora bien, para ello es imprescindible orar con la oración de la Iglesia – en este caso con el propio – y lograr que la mente y el corazón sigan a las palabras y la expresión con que la Iglesia ora (cf. SC 11, SC 90, IGLH 105) (nota 1)

En este camino queremos ofrecer una pequeña ayuda con respecto al cantus ad introitum, o Introito. 

  1. El cantus ad introitum, el introito, o antífona de entrada. 

Es sabido que este canto se desarrolla junto con el despliegue del ingreso a la iglesia y que en cierto sentido es relativamente tardío. (nota 2)

En la IGMR 47, se indica: “Estando el pueblo reunido, cuando avanza el sacerdote con el diácono y con los ministros, se da comienzo al canto de entrada [cantus ad introitum]. La finalidad de este canto es abrir la celebración, promover la unión de quienes se están congregados e introducir su espíritu en el misterio del tiempo litúrgico o de la festividad, así como acompañar la procesión del sacerdote y los ministros”.

La descripción es oportuna. Conviene notar que se señalan las funciones, ‘la finalidad’ en general (abrir la celebración, promover la unión, acompañar la procesión).

Pero hay que destacar la afirmación introducir el espíritu [mentem] de los fieles en el misterio del tiempo litúrgico o de la festividad. Más aún, hay que comprender rectamente cómo se introduce en el misterio. Se introduce en el misterio orando.

Es bueno notar que la mayor parte de los ‘introitos’ son versículos de las Sagradas Escrituras y principalmente del libro de los salmos. En general el introito es una oración, o una invitación a la oración, por lo tanto va más allá del acompañamiento de la acción, porque introduce y hace partícipe de la oración de la Iglesia. De esta forma la misma procesión y la unión de los congregados, se hace desde y hacia un punto trascedente, desde Dios mismo y hacia Dios, siendo introducidos en la comunión con el mismo Señor.

No deja de ser llamativo – a modo de ejemplo – que habiendo cantado (¿rezado?) el canto de entrada, acompañando el ingreso de los ministros, la reverencia y el beso del altar, la señal de la cruz y el saludo litúrgico con el que el sacerdote “expresa a la comunidad reunida la presencia del Señor” (IGMR 50), con frecuencia, después de una monición, el mismo sacerdote llegue a decir: “pongámonos en la presencia del Señor, pidiendo perdón de nuestras culpas”. Entonces, ¿ante quién se estuvo desde el comienzo de la Misa? ¿a quién se invocó en el introito?

Para ayudar a la verdadera participación litúrgica, a que la mente siga a la voz, es que invitamos a orar con el “introitus verus”, con el verdadero canto de ingreso, concordando con la oración de la Iglesia. 

  1. El texto y la música. 

Hay que reconocer que para la selección del cantus ad introitum, la IGMR no responde plenamente a la Tradición de la Iglesia, ni es coherente con las afirmaciones del Magisterio Eclesiástico.

En IGMR 48 se dice: “Se puede emplear, o bien la antífona con su salmo como se encuentra en el Graduale Romanum o en el Graduale simplex, o bien otro canto que convenga con la índole de la acción sagrada, del día o del tiempo litúrgico, cuyo texto haya sido aprobado por la Conferencia de los Obispos”.

Esta equiparación del texto y la música elaborada por la Tradición con cualquier canto que convenga con la índole de la acción sagrada es extraña a la Liturgia de la Iglesia.

En primer lugar, porque no se puede equiparar el texto contenido en los libros litúrgicos con una elección aproximativa – que convenga –. Por eso mismo la música debe estar al servicio del texto litúrgico: “La música sacra, por consiguiente, será tanto más santa cuanto más íntimamente esté unida a la acción litúrgica” (SC 112).

Además tampoco se puede equiparar el texto y música gregoriana con cualquier otro, porque la tradición unánime del magisterio con respecto a la liturgia romana, afirma: “La Iglesia reconoce el canto gregoriano como el propio de la liturgia romana; en igualdad de circunstancias, por tanto, hay que darle el primer lugar en las acciones litúrgicas” (“SC 116).

Por eso, en nuestro proyecto partimos de aprender del texto litúrgico y de la música litúrgica, para ser introducidos en el misterio.

Con ese fin, vamos dando pasos:

  1. Presentamos brevemente el texto latino y remitimos a la música del Graduale Romanum (si podemos adjuntamos también al Graduale simplex).
  2. Ofrecemos alguna traducción castellana con música inspirada en la gregoriana.
  3. En algún caso ofrecemos alguna forma más sencilla, para irse acercando al introitus verus.

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notas:

1(volver) Para una profundización del principio – que la mente, el corazón siga a la voz – y su desinteligencia en el posconcilio cf. Sursum corda, Alberto Sanguinetti Montero, Buenos Aires p.78-82 (se puede encontrar en: 

(https://drive.google.com/file/d/1HWGgX4lSk2uSDzqIyieWjOv2woSijssw/view)

 2- (volver) Alla scuola del canto gregoriano, Cantori Gregoriani, a cura di Fulvio Rampi, Parma 2015, p.188. En nota 50, transcribe el testimonio de San Agustín de su ingreso para la celebración, en el que no había canto, sino que el pueblo exclamaba espontáneamente ‘gracias a Dios’,’alabanza a Dios’ (De civ. Dei, XXII, 11,23).

 3 -. Para quien entienda italiano es óptimo el “l’anno litúrgico col canto gregoriano” de Fulvio Rampi https://youtu.be/tXY8cAAEC9I y siguientes.

 

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