Breve guia del fresco de la Catedral

- Oración a Jesús Sacerdote y Cordero Eterno
- IMAGEN DE N. S. JESUCRISTO, SACERDOTE Y CORDERO ETERNO.
- El espacio: la Catedral y su ábside.
- DIOS PADRE
- ETIMASIA CON ADORADORES
- ETIMASIA
- LOS SEIS QUERUBINES QUE ADORAN
Señor, Hijo único, Jesucristo
Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre.
A ti te vemos coronado de gloria y honor, pues
por la gracia de Dios gustaste la muerte para bien de todos.
Tú eres resplandor de la gloria del Padre e impronta de su ser,
y sostienes todo con tu palabra poderosa.
Tú después de llevar a cabo la purificación de los pecados,
te sentaste a la derecha de la Majestad en las alturas.
Te miramos ti, al que atravesamos, y, por tus santas llagas,
nos acercamos confiadamente al trono de la gracia,
a fin de alcanzar misericordia y el don del Espíritu Santo.
Abogado nuestro, intercede por nosotros ante el Padre.
Sacerdote y cordero eterno, que eres víctima de propiciación
por nuestros pecados y los del mundo entero,
atiende nuestra súplica y ten piedad de nosotros.
Jesús, Hijo de Dios, Sumo Sacerdote que penetraste
los cielos, compadécete de nuestras debilidades
y mantennos firmes en la fe que profesamos,
con una vida digna de tu amor y tu verdad.
Tú, que por el bautismo y la confirmación
nos has convertido en reyes y sacerdotes,
concédenos ofrecernos contigo, Cordero Eterno,
como ofrenda viva, santa y agradable a Dios:
en el Sacrificio de la Misa, en el que asocias contigo a la Iglesia,
tu Esposa amantísima, tu cuerpo y tu plenitud,
en comunión con la ciudad de Dios vivo, la Jerusalén celestial,
con miríadas de ángeles, en la asamblea solemne,
con los primogénitos inscritos en los cielos,
ante Dios Padre, juez universal, para alabanza de la gloria de su gracia,
con que nos agració en ti, su Hijo querido, en la unidad del Espíritu Santo,
por los siglos de los siglos. Amén.
Algunos elementos arquitectónicos de este ábside marcan un dinamismo singular. En primer lugar su forma no es un simple semicírculo. Está constituido por una primera faja plana que abarca las paredes laterales y el arco. Luego se suma una superficie inclinada.
La otra gran característica es que la iglesia tiene un deambulatorio que corre por detrás del ábside. Éste en su base está perforado por tres arcos que llevan la mirada a la pared del fondo del deambulatorio. Hay aquí un juego de luces y planos de gran riqueza. Por otra parte un óculo marca el eje y la última pared, dándole un sentido de centro y de apertura cósmica.
La divinidad y su unicidad (creo en un solo Dios) está simbolizada en el círculo, símbolo de lo eterno: figurativamente es el mismo en las tres Personas Divinas.
Simbólicamente el Padre, a quien nadie ha visto jamás, se representa por la mano en gesto de hablar y actuar: él se revela en su única y eterna Palabra, el Verbo, su Hijo encarnado y obra por su poder.
El Espíritu Santo está simbolizado en forma de paloma y desciende sobre Jesús, en su encarnación, en la unción bautismal, lo guía en su ofrenda, inmortaliza la carne y es dado como don pascual a la Iglesia.
La imagen de Jesucristo Sacerdote y cordero eterno
Jesús es representado, verdadero Dios y verdadero hombre, muerto y resucitado, glorioso, que vive y reina.
Su divinidad está simbolizada en la almendra (mándorla), que lo rodea.
Jesús que murió en la cruz ofreciéndose a sí mismo, de una vez para siempre, habiendo entrado en el santuario eterno sigue ofreciéndose perpetuamente.
La imagen con las manos extendidas y sus preciosas llagas, lo representan como Sacerdote – que se ofrece – y como Cordero – que es ofrecido - siempre, eternamente, al Padre.
Él es la fuente de toda gracia, del perdón de los pecados, la efusión del Espíritu santificador, quien resucita a los muertos y nos introduce ante el Padre.
Ese sacrificio y ofrenda de perfecta reconciliación y alabanza la actualiza Jesucristo en el Santo Sacrificio de la Misa, uniendo consigo a la Iglesia, su Esposa y su cuerpo.
Los ángeles con los instrumentos de la pasión.
Para significar y recordar la unidad del misterio del Sacrificio eterno y su anclaje histórico – por lo cual la Misa es memorial perpetuo de la pasión – alrededor de Cristo aparecen siete ángeles. Seis de ellos llevan los instrumentos de la pasión. Uno de ellos se cubre el rostro y contempla azorado, conmovido.
Todos están vueltos hacia Jesús llevándonos a vivir lo que nos proclama el texto: Mirarán al que atravesaron. Con ello, todos miramos a Jesús en su sacrificio, en sus llagas preciosas, en su costado abierto.
Los ángeles del cielo, los santos, la Iglesia de la tierra, y especialmente los que nos unimos al Santo Sacrificio de la Misa, contemplamos la pasión del Señor, que nos amó y se entregó por nosotros y nos unimos a ella.
El paño con que los ángeles cubren sus manos nos enseña toda la reverencia, incluso con nuestro cuerpo, con el que debemos acercarnos a las cosas divinas. La liturgia está impregnada de esta santa reverencia. Los ángeles nos la enseñan y a ellos los acompañamos en cada celebración.
El tetramorfos, es la combinación de los cuatro vivientes que simbolizan la presencia de Dios y su Cristo actuando en todo el orbe, singularmente por el Evangelio cuadriforme, fuerza de Dios para la salvación.
Los querubines
En las paredes laterales como una guarda hay tres querubines de cada lado. Los querubines se representan con una cara de ángel, con seis alas. Tienen en sus manos unos pequeños cartelitos con la inscripción SANTO. Los querubines expresan la adoración permanente de los coros angélicos ante la majestad de la Trinidad Santísima. Es el culto perpetuo en la liturgia de la Jerusalén del cielo, en el cual Jesucristo ofrece ante el Padre el sacrificio eterno.
De ese culto perfecto, participa la Iglesia en el sacrificio eucarístico y lo expresamos en el seno de la Plegaria Eucaristía, cuando con los ángeles y los arcángeles cantamos el mismo himno: Santo, Santo, Santo es el Señor del Universo. Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria. Hosanna en el cielo. Y mirando a Jesús: bendito el que viene en el nombre del Señor.
La etimasía, el trono preparado para el rey y juez.
En el punto más alto del arco triunfal que cierra el ábside se ha pintado la 'etimasia'. Con esa palabra griega se alude al trono preparado para el Rey, que vendrá con gloria como juez de vivos y muertos, y su reino no tendrá fin. El libro es tanto el Evangelio, como el libro de la vida, con el que seremos juzgados.
La cruz gemada, es simultáneamente muerte y resurrección. Ante la cruz seremos juzgados y por ella esperamos ser salvados.
Los ancianos que deponen las coronas y se postran representan la adoración de todos los pueblos ante el juicio y señoría de Cristo rey, sacerdote, profeta.
La cruz dorada, en el centro del arco señala el centro de todo y la relación del altar y la Misa con el sacrificio de Cristo. Se relaciona visualmente con la cruz de la etimasía.
El arco y el deambulatorio
A través del arco central (aún no en su disposición acabada) se ve la Virgen Santísima, nuestra Señora de Guadalupe, con los Santos Apóstoles Pedro y Pablo. María es la representación de la Iglesia sin mancha ni arruga, santa y glorificada, que en el tiempo es guiada por el ministerio apostólico. El deambulatorio tiene su sentido para acercarse a las imágenes.
El altar es el verdadero eje del mundo, que en sentido vertical, une el cielo y la tierra, y en sentido horizontal reúne a la Iglesia de los cuatro puntos cardinales.
El altar está situado en el presbiterio, el espacio en que se celebran los santos misterios. Aquí Jesucristo, Sumo Sacerdote de los bienes eternos, ejerce su sacerdocio, por el ministerio del obispo y los presbíteros, acompañado de los diáconos, principalmente en el anuncio del Evangelio y el ofrecimiento del Sacrificio de la Misa. Él asocia consigo a toda la Iglesia, su Esposa que invoca a su Señor y por él rinde culto al Padre eterno.
El edificio entero de la iglesia es para reunir al templo vivo, el pueblo consagrado por el bautismo y la confirmación que tiene acceso al Padre por Cristo en el Espíritu.
La pared posterior, él ábside, por su tamaño, por ser límite del espacio, tiene una gran carga simbólica. Esta pared representa el mundo superior, celestial, eterno. De aquí su simbolismo ‘celeste’ tachonado por las estrellas.
Allí se representa la esfera propiamente divina, que se hace presente en los divinos misterios, en el altar y su entorno, la palabra, la sede, la asamblea reunida.
Podemos ver alguna imagen de la mano que simboliza al Padre. El círculo es símbolo de la divinidad. La mano indicando al Hijo = el Padre es invisible, pero habla y se revela en el Hijo. La mano abriéndose = el Padre habla entregando al Hijo.
A los lados del trono están dos de los (24) ancianos del Apocalipsis. Estos representan al pueblo de Dios que participa del culto de la Jerusalén celestial. Adoran, entregan sus coronas, se postran, aclaman el juicio del Justo Juez, ya presente anticipado, del que vendrá como Juez de vivos y muertos y reino no tendrá fin.
Es la Iglesia que ya vive el triunfo del Rey y Sacerdote. "-se postran ante el que está sentado en el trono y adoran al que vive poe los siglos de los siglos y arrojan sus coronas (las ofrecen y entregan, para reconocer al único Rey y Señor) delante deln trono diciendo: "Eres digno, Señor y Dios nuestro de recibir la gloria y el honor y el poder, porque porque tú has creado el universo, por tu voluntad, no existía y fue creado" (Apoc.4,10-11).
Ellos agradecen que nos ha hecho un pueblo de reyes y sacerdotes: "Y se acercó (el Cordero) y tomó el libro de la mano derecha del que está sentado en el trono. Cuando lo tomó, los cuatro Vivientes y los veinticuatro Ancianos se postraron delante del Cordero. Tenía cada uno una cítara y copas de oro llenas de perfumes, que son las oraciones de los santos (= los bautizados). Y cantan un cántico nuevo diciendo: «Eres digno de tomar el libro y abrir sus sellos porque fuiste degollado y compraste para Dios con tu sangre hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación; y has hecho de ellos para nuestro Dios un Reino de Sacerdotes, y reinan sobre la tierra.»( Apoc. 5,7-10).
Y ya adelantan el juicio definitivo de Jesucristo y su reino que destruye la ciudad del pecado y la muerte (=Babilonia, la gran Ramera): "Después oí en el cielo como un gran ruido de muchedumbre inmensa que decía: «¡Aleluya! La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios, porque sus juicios son verdaderos y justos; porque ha juzgado a la Gran Ramera que corrompía la tierra con su prostitución, y ha vengado en ella la sangre de sus siervos.» Y por segunda vez dijeron: «¡Aleluya! La humareda de la Ramera se eleva por los siglos de los siglos.» 4 Entonces los veinticuatro Ancianos y los cuatro Vivientes se postraron y adoraron a Dios, que está sentado en el trono, diciendo: «¡Amén! ¡Aleluya!» (Ap. 19, 1-4).
5) Ya dentro del ábside se llega a ver la mano, que representa a Dios Padre (a Dios, el Padre, nadie lo ha visto jamás, Dios Hijo es el que lo ha dado a conocer). El gesto de los dedos significa que habla, que entrega su palabra. Así en la generación eterna el Hijo es engendrado antes de todos los siglos, como Verbo y Palabra Eterna. Y es enviado hecho hombre, porque la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros y nos conduce al Padre, hacia el Reino que no tiene fin. Hace presente ese reino en su encarnación, lo lleva a plenitud en su muerte, resurrección y ascención, con el envío del Espíritu Paráclito.
La venida de Jesús, Rey, Juez, Sacerdote.
En el punto más alto del arco triunfal que cierra el ábside se ha pintado la 'etimasia' (aún no concluida). Con esa palabra griega se alude al trono vacío y preparado para el gran Rey.
Los querubines
En las paredes laterales como una guarda van tres querubines de cada lado. Los querubines se representan con una cara de ángel, con seis alas. Tienen en sus manos unos pequeños cartelitos con la inscripción SANTO.
EL ÁNGEL CON EL FLAGELO
Este ángel lleva en sus manos el látigo que se usa para azotar o flagelar. Solía tener en las extremidades huesos o pequeñas puntas de hierro.
Nuestro Señor padeció la flagelación romana que era prolongada y durísima.
El ángel presenta con reverencia al instrumento que produjo en el Cordero de Dios las heridas que nos han curado, porque las llevó con amor sin límites. A su vez, eleva su mirada para contemplar el precioso rostro de su Señor.
El ÁNGEL CON LA CRUZ.
Desde el punto de vista del observador el segundo ángel de la derecha lleva la cruz salvadora.
Van quedando 2 de 4 ángeles a la izquierda y 2 de 3 a la derecha, con su espacio de cielo y estrellas.
En realidad la cruz no va perfectamente vertical, sino con una inclinación de unos treinta grados.
EL ÁNGEL CON LA CORONA DE ESPINAS
Se ve como el primero superior, de manera que queda junto a la cabeza de Cristo.
Contempla la cabeza de quien ha sido puesto a la cabeza de todos los seres del cielo y de la tierra.
Y contempla la corona de espinas y dolores, de humillaciones y de obediencia con la que puso al universo bajo el reinado del Padre.
EL ÁNGEL QUE RECOGE LA SANGRE
Aunque en la foto no se ve – no estaba terminado – este ángel abajo del todo a la izquierda del observador, lleva en la mano un cáliz en el que recoge la sangre de Cristo.
Así se destaca el supremo don de Cristo, de su ofrenda, de donde proviene el perdón de los pecados y la alianza eterna: su preciosa sangre.
Esta imagen relaciona la sangre de la cruz, el sacrificio eterno de Cristo en los cielos y el cáliz de la alianza nueva eterna del sacrificio eucarístico.
A su vez, el ángel de manera delicadísima contempla la llaga del Salvador de donde brota la preciosa sangre.
ÁNGEL CON LOS CLAVOS
Este ángel lleva en una bandejita los clavos con que el Señor fue clavado en la cruz. Más allá de la tradición que habla de tres clavos (dos para las manos y uno que atraviesa ambos pies), o de cuatro (uno para cada pie), el número de cuatro clavos si evoca las cuatro llagas producto de la perforación con los clavos. La quinta llaga es el costado abierto por la lanza.
Por eso los clavos remiten a las llagas (Jn. Lucas 24:39: Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo; Jn.20,25 se refiere a la señal de los clavos en las manos).
El ángel presenta a la contemplación los clavos que abrieron las llagas de Cristo, rodeando con delicadeza la bandeja que los sostiene.
Al mismo tiempo, dada también su colocación central, él mismo está mirando hacia el centro de Cristo, como adentrándose en sus sufrimientos y llevándonos a la consideración de su sacrificio.
LOS SANTOS ÁNGELES QUE RODEAN A CRISTO SACERDOTE Y OFRENDA ETERNA.
La grandiosa imagen central será la de Cristo, Señor resucitado y entronizado, y, al mismo tiempo Sacerdote y Víctima que se ofrece en sacrificio eterno ante el Padre.
Ese sacrificio y ofrenda de perfecta reconciliación y alabanza la actualiza Jesucristo en cada Santo Sacrificio de la Misa, uniendo consigo a la Iglesia, su Esposa y su cuerpo.
Ese sacrificio eterno lo realizó Jesús de una vez para siempre en su bienaventurada pasión voluntariamente aceptada en obediencia al Padre, entregándose a Él en el altar de la Cruz.
Para significar y recordar esta unidad de misterio y su anclaje real e histórico – del cual la misa es memorial perpetuo – alrededor de Cristo aparecen 7 ángeles. Seis de ellos llevan los instrumentos de la pasión. Uno de ellos contempla, azorado, conmovido, contemplante.
SEGUNDO ANGEL
Debajo del anterior lleva en las manos la esponja con a Jesús que le dieron de beber vinagre y la lanza con que le abrieron el costado. Nos ayuda a hacer memoria de estos dos momentos de la santa pasión.
Al mismo tiempo, ambos ángeles, junto con los otros (cuatro a la derecha de Cristo – izquierda del que mira; tres a su izquierda), miran a Cristo y nos conducen a todos a mirar a Jesús en su sacrificio: los ángeles del cielo, los santos, la Iglesia de la tierra, y especialmente los que nos unimos al Santo Sacrificio de la Misa.
El paño con que los ángeles cubren sus manos nos enseña toda la reverencia, incluso con nuestro cuerpo con el que debemos acercarnos a las cosas divinas. La liturgia está impregnada de esta santa reverencia. Los ángeles nos la enseñan y a ellos los acompañamos en cada celebración.
LOS QUERUBINES
En las paredes laterales como una guarda irán tres querubines de cada lado. Los querubines se representan con una cara de ángel, con seis alas. Tienen en sus manos unos pequeños cartelitos con la inscripción SANTO. Los querubines expresan la adoración permanente de los coros angélicos ante la majestad de la Trinidad Santísima. Es el culto perpetuo en la liturgia de la Jerusalén del cielo, en el cual Jesucristo ofrece ante el Padre el sacrificio eterno.
De ese culto perfecto, participa la Iglesia en el sacrificio eucarístico y lo expresamos en el seno de la Plegaria Eucaristía, cuando con los ángeles y los arcángeles cantamos el mismo himno: Santo, Santo, Santo es el Señor del Universo.
EL ROSTRO DE CRISTO
Aunque sea apenas un dibujo y falte tanto para concluirlo, el rostro de Cristo es la culminación del fresco, hacia
él irán todas las miradas. Este esbozo nos ayuda a ir concibiendo la imagen total.
EL ESPÍRITU SANTO
Aunque sea entre palos y cuerdas, podemos ir gustando paso a paso la realización del fresco del ábside de la Catedral, que es una confesión plena de la fe de la Iglesia, la fe trinitaria. Al mismo tiempo es un acto de culto: una proclamación y alabanza de la Santa Trinidad, es pues una manifestación permanente del misterio celebrado en la Eucaristía.
Debajo de la mano que simbólicamente hace presente al Padre, aparece la figura de la paloma, símbolo del Espíritu Santo. Está en el interior de un círculo, símbolo de la divinidad: recibe la misma adoración y gloria que el Padre y el Hijo.
Es enviado por el Padre a Jesucristo: primero en la encarnación del Hijo Unigénito por obra del Espíritu Santo. En segundo lugar, desciende el Espíritu Santo en forma de paloma sobre Jesús que asciende del agua del Jordán y el Padre lo proclama como el Hijo en quien se complace.
En la transfiguración el Espíritu Santo está figurado en la nube luminosa que envuelve a Cristo con sus discípulos. Jesús se ofrece en la cruz al Padre en el Espíritu Eterno. Es el Espíritu que da la inmortalidad a la humanidad glorificada de Jesucristo. Y Jesús desde el cielo es dador del Espíritu Santo sobre la Iglesia, sobre cada bautizado y confirmado, ungido con el Espíritu.